Por: Roberto Hernández Montoya | Sábado, 06/04/2013 03:25 AM
Son antiguas como la humanidad. Guerra mugrienta contra la población indígena a partir de 1492, de la que la propaganda conquistadora dijo que era pagana, bárbara, violenta, bruta, indolente, fea, traidora, etc. Justificaron así el peor holocausto recordado, en que mataron a decenas de millones y quienes sobrevivieron quedaron para una servidumbre atroz.
Guerra mugrosa contra la población trasplantada del África, esclavizada, calificada de maloliente, indolente, bruta, perezosa, fea, malvada, pendenciera, etc. Cómo se ensañaron con el Negro Miguel, por ejemplo.
Guerra nauseabunda contra la población judía: pagana, deicida, traidora, que ejecutaba ritos con criaturas que inmolaban de modos horripilantes. Se le recriminaron todos los males de Alemania. Te dejaba tu pareja y la culpa era de la judería. Era una raza degenerada y no sé cuántas imbecilidades más. No era la primera vez que se denostaba de la gente hebrea. A través de siglos se le reprochaba no creer en el palestino Cristo. Cuenta Jean-Paul Sartre en su libro La cuestión judía, que como le impedían trabajar tierra, minería e industria, no le quedaban más que las finanzas incipientes, que con razón han tenido tan mala fama, y entonces se la calificó de agiotista. Si el nazismo tuviese aún la vigencia de los años 40, la crisis financiera de hoy le sería imputada. Henry Ford la culpaba en su libro El judío errante de dominar a Hollywood para adoctrinarnos, entre otras acusaciones temerarias.
Para no hablar de esa falsificación grotesca que llaman Los protocolos de los sabios de Sion.
Una de esas guerra hoy nos predica que los bárbaros no se saben gobernar en Libia, Mali, Siria… Regresamos al colonialismo del siglo XVI para salvar el capitalismo en crisis tal vez terminal.
Y así podríamos multiplicar los ejemplos. Cada vez que un pueblo quiere imponerse sobre otro, lo primero que hace es desatar sobre él una lluvia de improperios. Ocurrió recientemente en Ruanda, en los Balcanes, sucede con la gitanería en Francia, la inmigración sudaca en España y turca en Alemania…
En más de 14 años hemos tenido una versión de guerra mugrienta en Venezuela y así que se acerquen las elecciones iremos viendo nuevas y más atroces bajezas contra el gobierno. Vendieron Corpoelec a la China; transfirieron $ 20.000.000.000 al Banco de Cuba; Chávez no murió en Venezuela sino en Cuba; cambiaron el féretro camino del hospital a la Academia Militar; fue embalsamado por unos italianos, ¿o eran rusos?, el 3 de enero 2013, a un costo de 880 mil dólares; 13 toneladas de oro fueron trasladadas del Banco Central a Cuba en un avión ruso. Y así sucesivamente.
Son repugnantes quienes viven de concebir y difundir esas roñas. Pero preparemos nuestros estómagos para ruindades aún más repulsivas. Lo digo porque he oído algunas de estas ignominias a chavistas, ya que el objetivo de todo esto no es la población opositora más babieca sino incrustar la desconfianza en la Revolución para desacreditar a su dirigencia. ¿Cómo saber que son infundios? Jamás presentan pruebas. Hay que creerlos solo porque los profieren los medios mugrientos. O sea, son falsificaciones para gente pendeja. Bien pendeja.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com
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