Por: Delia Polanco-Loaiza | Miércoles, 30/05/2012 02:11 PM
Este escrito no se ajustó a la temática solicitada por un medio divulgativo, pero consideramos interesante compartirlo con Ustedes como ideas para una conversa. Veamos que les parece.
Hace 12 años realizamos en Venezuela, el primer estudio sobre sistemas de producción agrícola en una comunidad campesina de Yaracuy, a la cual les sugerimos que podrían mejorar significativamente el rendimiento del ocumo y por ende sus ingresos aumentando la densidad de siembra y comercializando directamente su cosecha (El intermediario se quedaba con el 90% de las ganancias en esta ‘cadena’). El Sr. Rodrigo, anciano y líder natural, nos dijo: “Y pa’ qué voy hacer eso, cuando necesito comprar algo, subo a la montaña cosecho el ocumo y lo bajo el día que llega José y me lo paga ahí mismo. No voy a estar molestándome llevándolo pa’ San Felipe. Pa’ mí, eso es suficiente, lo demás lo tengo aquí. Yo quiero vivir en paz, levantarme en las mañanas y sentir en la cara la brisa de la montaña”. Ese día palpamos lo que la mayoría de investigadores denomina: “resistencia a la asociatividad comercial campesina”. Léase, la histórica confrontación de la cultura campesina contra el modelo hegemónico de acumulación del capital y sus leyes de mercado. Razón por la cual, los encomenderos del sistema capitalista se han mantenido a la caza de su control e incorporación al agronegocio con la complicidad de instituciones, academia y gobiernos en lo que Silvia Pérez-Victoria señala como: “la destrucción del campesino a productor agrícola. La historia de un crimen” (1)
Utilizamos este preámbulo como disculpa a los editores de la revista que gentilmente nos invitaron a participar en este número con un escrito sobre “la cadena de producción agroproductiva campesina”. Es una disculpa porque no puedo hacerlo, sería una cadena ficticia. No existe tal cadena. No existe una “empresa familiar campesina”, ni “eslabones en la cadena”, ni “consumidores” ni “productividad”. Toda esa terminología evidencia el cómo hemos hibridizado y subsumido a nuestros campesinos en el lenguaje y accionar del agronegocio, descaradamente explícito en todos los documentos para América Latina de la FAO, IICA, FIDA, BM, Mercosur, y entes similares. En sus informes, programas y proyectos sobre la agricultura campesina, la clasifican como Agricultura familiar de subsistencia, en transición y consolidada. ¿Cuál criterio utilizan? Incorporarla de manera competitiva en los mercados, sometiendo su funcionamiento a la ley del valor de las fuerzas productivas (Revisar los informes sobre las políticas para la agricultura familiar para América Latina y el Caribe de la FAO). En la X Reunión Especializada sobre la Agricultura Familiar (REAF) del Mercosur, celebrada en Brasil, noviembre del 2008, uno de sus folletos destacaba: “Agricultura familiar un buen negocio”. La ODEPA (2), amplía esta visión: “La agricultura familiar posee un inmenso potencial humano, cultural y productivo. Controla importantes recursos de tierra y agua, posee experiencias productivas, que constituyen sus activos más valiosos”. Una meridiana percepción taylorista de que el conocimiento y recursos naturales están en manos de los campesinos y campesinas. Así que van por ellos y ellas.
Lo que si podemos escribir, es un intento de acercamiento al modo de producción campesino, haciendo la salvedad, que aún esforzándonos, siempre será una interpretación filtrada por criterios academicistas. Desde allí hemos percibido los relacionamientos de afecto, reciprocidad, fraternidad y cooperación en la producción de lo que necesitan los y las campesinas en armonía con su territorio. Valores que median su accionar cuando intercambian sus semillas locales, las preservan conservan y las mejoran con prácticas autóctonas; cuando se organizan colectivamente y se apropian del proceso de producción para el consumo, de distribución equitativa; de comercialización de los excedentes. Producen, procesan y consumen lo que se les da en el conuco y lo que demanda su gastronomía cultural. Los conucos caracterizados por una diversidad de cultivos y sistemas asociativos que minimizan los riesgos de pérdidas y aseguran la comida; heterogéneos según su ambiente y cultura; con eficiencia biológica y energética. Los campesinos comparten en colectivo y cuidadosamente como patrimonio común, la tierra, el agua, semillas, el trabajo, el consumo. De esta manera, protegen la naturaleza, diversidad, semillas, agua, la salud, la nutrición, los alimentos; respetan los complejos y holísticos ciclos de los ecosistemas. Mantienen, protegen y comparten los conocimientos que atesoran de sus ancestros (cultura, etnobotánica, transformación, gastronomía, otros). Sus valores, significados y creencias, no obedecen a la lógica de la acumulación y el lucro; incluso, cuando intercambian sus excedentes por dinero, su ‘pensar’ no obedece a la racionalidad de la acumulación del capital es para cubrir una necesidad. Todos estos relacionamientos hacen de la actividad agrícola campesina una “cultura de vida” –en palabras del filósofo marxista Joaquín Miras-. Evitemos reducirla a relaciones entre componentes de una cadena bajo el enfoque productivista. Debemos asumir un nuevo enfoque en su estudio y aprendizaje.
En esa perspectiva, nuestro proceso de cambio en el modo de producción agrícola venezolano, mantiene un grandilocuente discurso en lo que respecta a esa cultura de vida campesina, que no se refleja en la práctica pues se ha profundizado la agricultura de la revolución verde (monocultivo, agro tóxicos, cultivos foráneos, semillas de transnacionales, mecanización). Y utiliza indistintamente la mayoría de los indicadores del agronegocio: fuerza de trabajo (familiar o asalariada); acceso a recursos naturales (tierra, agua), financiamiento; heterogeneidad (tamaño de parcela, productividad, destino del producto, articulación de la cadena con el mercado, con la agroindustria, ingresos, ‘nivel tecnológico’, organización y/o integración con empresas de producción social, PYMES, potencial para exportación). Se mantienen asesores de la FAO y del IICA, este último reza en su página digital que entre sus focos estratégicos de cooperación, ha orientado sus actividades en Venezuela a través de varios programas, el primero de ellos, “comercio y desarrollo de los agronegocios”.
Nuestra amiga Nora Rodríguez sintetiza la idea principal de este escrito cuando al revisarlo nos comentó: “lo percibo como un grito desesperado que se debería considerar, antes de que aparezca la “Corporación del ñame, la yuca o el ocumo”, y bajo la justificación de la seguridad social (nuestros egresados, con poco entendimiento de la soberanía), los induzca a entregar sus tierras y los transforme en asalariados (como ha ocurrido con otros rubros), despojándolos de todo lo demás…”
En la porfía que tenemos por retomar la cultura de vida campesina como medio para lograr la soberanía alimenticia del país, nuestro colectivo CARIACO(3) les invita a participar en los encuentros todos los martes de 2:00 a 5:00 pm en el Departamento de Cultura de la Facultad de Agronomía, UCV en Maracay para conversar sobre la agricultura originaria y la campesina. Y para finalizar, les dejo con el mensaje recibido de algunos de ellos y ellas, quienes en estos primeros días de mayo acompañan a nuestros amigos del Sombrero en los preparativos para la siembra de sus conucos: “Nuestra madre tierra llena de ternura, está plena, espera la semilla con sus brazos abiertos. Ellos están jubilosos. Nosotros, conmovidos ante la sencillez y bondad de su sabiduría”. ¿Pueden sentir lo sublime? ¿La belleza? Otro de ellos, Gilbert Blanca nos contó que su abuelo, campesino de Tucupido, Guárico, le pidió por estos días, que lo llevara a Maracay, pa’ vela. Cuando llegó, evocó con pesar: “De este valle salían todas las hortalizas pa’ la región central. Tierra buena…, Ah mundo, la están enterrando viva”.
*Docente Fagro-UCV e integrante del CARIACO. Correo: polanco.delia@yahoo.es
Notas
(1) Pérez-Victoria S. 2010. “El retorno de los campesinos. Una oportunidad para nuestra supervivencia”. También sugerimos la lectura de Arturo Escobar, “La invención del tercer mundo”. Disponible en: http://www.ceapedi.com.ar/imagenes/biblioteca/libros/218.pdf
(2) ODEPA. (2007). Espacios de formulación y concertación de políticas de integración y facilitación de comercio para los trabajadores rurales, cooperativas y la agricultura familiar campesina e indígenas. Perspectivas desde la REAF Mercosur y de la COPROFAM , [en línea]. ODEPA-Oficina de Estudios y Políticas Agrarias, Gobierno de Chile. Disponible en:http://www.rlc.fao.org/ong/pdf/sartori.pdf
(3) CARIACO: Colectivo Ampliado para la Restauración e Investigación de la Agricultura Campesina y Originaria.
polanco.delia@yahoo.es
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