domingo, 12 de mayo de 2013

Chicha de Maiz


La señora Juana tenía guardados en sus recuerdos la receta de la chicha de maíz. Era una bebida hecha con leche del primer ordeño, justo antes de iniciarse la mañana, tomándole delantera a la salida del sol.

Juana señalaba que los primeros pobladores de La Mucuy y los habitantes de los caseríos cercanos, ingerían esta bebida como un acto sagrado y buen augurio por las mejores recolectas de sus sembradíos.

Las siembras darían los mejores resultados cuando se iniciaban los días martes. Estas horas serian alumbradas por velas amarillas de ceras perdidas. Lo importante era mantener la luz por intermedio de un fogonazo.

Después de haber vencido la cuaresma había que esperar 40 noches más, hasta que llegara el momento tras la caída de los mejores lápices y el sol escogiera una pared para abrigarla, justo después de haber pasado un desconsolado invierno.

En esa tapia amparada colgaban plantas que nacerían desde oxidadas latas de manteca, aceite, leche y galletas de sal, mas unas macetas de barro pulido con raspones de piedras sazonadas dentro de fogones de leña, amarradas con pedazos añadidos de alambres estropeados.

La verdad es que los martes son días sagrados. Acompañante en el nacimiento de la mitad de los apóstoles más la mayoría de reyes y adivinos, andantes en circos de carpas remendadas y asientos de tablas quebradas.

Ese día eran repartidos trozos de pan untados por manteca, rellenos con cerdo y los tomates mágicos perdidos de una huerta que sólo se abriría a los pasos de los menos incrédulos. Mientras saldrían disimulados los secretos de una arrugada bolsa de papel capaz de vencer conjuros de siglos advertidos tras el tercer canto sincero de un gallo.

Con el conocido segundo día de la semana también nacieron las cofradías de Ramos, Amparo y del Perdón. Creación para los momentos silenciosos de los más fieles tras el reflejo de sonrisas guardadas. Pagos, promesas y marchas de largas procesiones aprovechadas por segundos de perdones y conjuros que atemorizaban pestes.

Miguel A. Jaimes N.
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