En un periódico de la ciudad de México encontramos un escandaloso
artículo periodístico en contra de tres infelices niños, uno de ocho años,
otro de diez y otro de doce respectivamente.
Dicho artículo estaba encabezado con grandes letras que cruelmente
decían: “Se enjaularon en Sears, cambiaron ropa y ya elegantes se
durmieron”. “Jocosa aventura de tres vagabundos que querían vestir bien y
dormir mejor... aunque fuera una noche”.
El autor de semejante artículo contra tres infelices y desamparados
niños, escribe en forma lapidaria como si se tratase de tres asesinos de 40
a 50 años escapados de alguna penitenciaria. El autor de dicho artículo no
le importa la tierna edad de estas infelices y desamparadas criaturas, el
texto de tan brutal y despiadado artículo, es el siguiente:
“Aparecieron en el panorama del mapa capitalino tres chamacos, (luego
vienen el nombre de los tres niños) consumados ladrones que llevaron su
audacia hasta enjaularse en la tienda de Sears Roebuck, de las calles de
San Luis Potosí e Insurgentes, allí pasaron la noche dedicándose a buscar
la mejor ropa de acuerdo a sus edades -son de 8, 10 y 12 años
respectivamente- y cuando estuvieron convertidos en “niños ricos” llegaron
hasta el departamento de muebles, escogieron cada cual la más mullida cama
y se durmieron profundamente”
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“A las ocho de la mañana, cuando llegó el administrador de dicho
establecimiento, se le informó que habían hallado algunas vitrinas (en
donde había ropa de niño en exhibición) en completo desorden y que había
huellas de que gente extraña había andado en diversos lugares de la tienda”
“Se dio aviso a Radiopatrullas. Acudieron dos patrulleros y al
realizar una inspección, con sorpresa, en el departamento de muebles,
hallaron a los tres chiquillos durmiendo a pierna suelta”
Despertaron sobresaltados y el mayor de ellos, les dijo a sus
cómplices:
“Les dije, muchachos, que nos íbamos a dormir. Y tan elegantes que
habíamos quedado”.
“Efectivamente los tres se habían puesto ropa nueva de cabeza a pies,
ropa interior, buenas camisas -cada uno se encimó hasta tres- y también
gorras e impermeables. Sobre la ropa interior se colocaron los calzones de
baño, pues proyectaban irse para Acapulco”
“Los tres pilletes, dijeron que habían decidido enjaularse.
Habilidosamente se escondieron en el recoveco de una bodega y ahí esperaron
hasta que llegara la noche: salieron y se dedicaron a escoger la mejor
ropa”.
“La policía los presentó en la octava delegación, de donde fueron
enviados al tribunal para menores”.
Hasta aquí el texto de este despiadado artículo. Realmente no es a la
cárcel donde estos niños han debido ir a parar. Estos niños delincuentes
fueron creados por la sociedad. En una sociedad humana verdaderamente
responsable, estos delincuentes infantiles no existirían. La sociedad ha
dejado a estos niños infelices en el más completo desamparo. Por las calles
de las ciudades miles de niños infelices y huérfanos van y vienen
mendigando un pedazo de pan.
A la sociedad humana, a los gobiernos de la tierra no les importa el
dolor de estos inocentes, y cuando cometen un delito como este que acabamos
de citar, en lugar de ser internados en un colegio elegante de niños cultos
se les mete en una prisión. La prisión no reforma, la prisión corrompe y
pervierte, así estos niños fueron puestos al borde del delito por una
sociedad cruel, y por último metidos en una escuela de delito: LA CÁRCEL.
Allí estos inocentes aprenden de sus compañeritos ya más adelantados,
precisamente lo que no deberían aprender. Allí se vuelven ladrones de
verdad, atracadores, estafadores, etc., etc., etc.
La cárcel como sistema reformatorio ha fracasado en todos los países
de la tierra. Ya está demostrado que la cárcel corrompe moralmente a los
seres humanos. La cárcel no reforma a nadie.
Si analizamos juiciosamente el caso de los tres pilletes citados en
este capítulo, vemos primero que todo, DESAMPARO; estos tres niños andaban
por las calles en el más completo desamparo. Segundo, desnudez y complejo
de inferioridad. Los tres pilletes no fueron debidamente vestidos por la
sociedad humana. Los tres pilletes acomplejados por la miseria y desnudez
querían vestir elegantemente. La sociedad humana, esa sociedad que los
acusa ante el veredicto solemne de la conciencia pública no fue capaz de
vestirlos elegantemente, no les reconoció el derecho de vestir
elegantemente, entonces el resultado fue el delito.
Jesús el Cristo dijo: “Quien se sienta libre de pecado que tire la
primera piedra”.
Esa sociedad cruel y desalmada que abandona a sus niños en la calle,
esa sociedad perversa y degenerada que le niega a los niños el derecho de
vestir bien, y el derecho de comer, y el derecho de estudiar en un buen
colegio por el crimen de no tener dinero, no es realmente tan limpia de
pecado como para arrojar la primera piedra a estos infelices desamparados.
Si los padres de estas criaturas murieron, si son huérfanos, si son
tan pobres e indefensos, ¿Porqué la sociedad humana que se precia de ser
tan honrada y digna, no educa a estos niños en elegantes colegios junto con
los llamados niños bien? ¿Acaso estos niños son animales? ¿Acaso estos
pequeños no son seres humanos? ¿Acaso la sangre de estos niños no es
también tan roja como la de los niños bien?
La sociedad humana no tiene derecho a condenar lo que ella misma ha
creado. El caso de estos niños es el fruto de la sociedad. Estos niños son
el fruto de la sociedad que los publica y condena cruelmente. ¿Qué se diría
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de un inventor que condenase públicamente su invento? La sociedad es
víctima de su propio invento. La sociedad condena su propio invento.
Esta sociedad que presume de civilizada y dizque muy cristiana,
abandona a sus niños y los deja vagar por las calles hambrientos y
desnudos. Cuán lejos están estos civilizados cristianos de haber entendido
al Cristo cuando dijo: “Dejad que vengan los niños a mí porque de ellos es
el reino de los cielos”. Cuán lejos se halla la humanidad de haber
comprendido lo que realmente significa ser cristiano. HA LLEGADO LA HORA DE
REALIZAR URGENTEMENTE EL CRISTO SOCIAL.
Estos niños huérfanos necesitan verdaderos planteles de educación,
elegantes colegios, deben educarse donde se educan los niños bien porque
estos niños son tan humanos y tan niños como los llamados niños bien. Estos
niños necesitan internados, y buena ropa, tan buena como la de los ricos,
porque estos niños son tan humanos como los niños ricos.
Resulta absurdo internar a estos niños en escuelitas miserables con el
pretexto de que son escuelas para desamparados. Eso es cruel y forma un
complejo de inferioridad en los niños. Estos crecen acomplejados. Estos se
sienten humillados por la sociedad humana, éstos se llenan de resentimiento
contra esa sociedad que los ha discriminado tan villanamente como si ellos
no fueran tan humanos como los llamados niños bien. El resultado de
semejante discriminación es el delito más tarde. El niño crece y se hace
hombre, y después lleno de resentimiento se lanza al delito. Así es como la
sociedad se hace víctima de su propio invento.
Este es precisamente el instante en que todas las religiones escuelas,
órdenes, y logias deben demostrar su Caridad Universal, esa caridad que
ellos han preconizado tanto. Se necesita que las religiones llamadas como
siempre a conservar los valores eternos se unan entre sí para trabajar por
estos niños que necesitan lujosos colegios, comida, elegante vestido, etc.
Si todas las religiones, escuelas y sectas dejaran sus ancestrales
celos religiosos y se unificaran para realizar este trabajo en favor de la
niñez desamparada, se haría un mundo mejor.
SAMAEL AUN WEOR
CRISTO SOCIAL 1961
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