En una de las muy hermosas ocasiones en que tuve el honor de conversar con el Comandante Fidel, hizo unas reflexiones sobre el Tiempo. Se preguntaba Fidel qué era el tiempo y para qué servía el tiempo. En ese momento no tuve conciencia de lo que trataba de explicar. Le prestaba más atención a sus reflexiones permanentes de la historia. Además, conversar con el Comandante Fidel es adentrarse en la historia; es una biblioteca viviente en la que puedes encontrar las respuestas que jamás nos hemos respondido ante la permanente manipulación histórica que el imperialismo se ha empeñado en dibujarnos para su preservación. Implacable en sus respuestas, el Comandante Fidel no deja de ruborizarnos ante una idea, un concepto, que siempre estuvo frente a nosotros y que por complejos pequeñoburgueses y por los códigos que nos ha impuesto la sociedad de consumo, o deformábamos o lo justificábamos. Y es que desde nuestra perspectiva, siempre tratamos de explicar o debatir los conceptos ideológicos en respuesta a la lógica burguesa porque es ésta la que se ha internalizado como medio de vida, cuando estamos obligados a cambiar culturalmente o, por lo menos, a visualizar nuestros problemas desde la lógica revolucionaria.
Ayer en la tarde, cuando hacía unas reflexiones en la radio sobre el legado del Comandante Chávez, me acosó la idea de no expresar con claridad qué es eso del “Legado de Chávez” y por qué debemos evitar que se convierta en una especie de “cliché” que termine manoseado, muy publicitado y poco comprendido. Me aterra que asumamos un discurso sin conocer el fondo de lo que se plantea y que eso, al final, solo sirva para justificar nuestros errores. Un ejemplo de ello es ver cómo muchos asumen las ideas de Bolívar, Martí o el Che, con sus rostros estampados en franelas, pero son pocos los que se impregnan de sus pensamientos y lo llevan a la práctica. Es decir, cuántos son capaces realmente de asumir una actitud crística, de sacrificio, que provoque en el enemigo temor y respeto. Chávez era uno de estos últimos. Incluso, después de muerto sigue provocando en el enemigo temor y respeto. Esa es la esencia del legado de Chávez.
Explicaba ayer que estamos obligados a revisar sus ideas, su obra y su sacrificio para blindar al pueblo de su esencia y no temerle a la capitulación de nuestras ambiciones para que la democracia socialista participativa y protagónica abonara los cambios profundos que, cultural y socialmente, nos sirva de escudo ante las amenazas que nos plantea a diario el fascismo. A partir del 5 de marzo de 2013, los retos son mayores. El tiempo, ese tiempo del que hablaba Fidel es finito físicamente, pero infinito históricamente, aún cuando en ocasiones el ensayo y error o la soberbia o la cobardía de asumir un objetivo adormezca ese espacio de tiempo histórico que estamos obligados a respetar. Más largo será el tiempo en que, como decía Gramsci, seamos los enterradores del sistema que está muriendo y, acaso, no podremos ser los parteros del sistema que ha de nacer, incluso por encima del freno que le imponemos a la historia.
He estado leyendo de Fedor Dostoievski su obra “El Idiota” y quisiera referirme a un pasaje de esa obra que transcribo a continuación en la que Michkin, personaje central de la obra, relata lo siguiente:
“Prefiero hablarles de otro hombre a quien he conocido el año último. En su caso hay una circunstancia rara, en el sentido de que pocas veces se produce. Este hombre había sido conducido al cadalso y se le había leído la sentencia que le condenaba a ser fusilado por un crimen político. Veinte minutos después llegó el indulto. Pero, entre la lectura de la sentencia de muerte y la noticia de que le había sido conmutada la pena por la inferior, pasaron veinte minutos o, al menos, un cuarto de hora durante el cual aquel desgraciado vivió en la convicción de que iba a morir al cabo de unos instantes. Y deseaba saber cuáles habían sido sus impresiones y le pregunté sobre ellas. Lo recordaba todo con extraordinaria claridad y decía que nada de lo sucedido en aquellos minutos se le borraría jamás de su memoria. Y pensaba: -¡Si yo no muriese! ¡Si me perdonaran la vida! ¡Qué eternidad! ¡Y toda mía! Entonces cada minuto sería para mí como una existencia entera, no perdería uno sólo y vigilaría cada instante para no malgastarlo…-“
Más adelante le preguntan a Michkin:
“¿Cómo aprovechó tal tesoro? ¿Vivió cada minuto sin perderlo y aprovechándolo como esperaba?
¡Oh, no! Le pregunté si había llevado a la práctica sus propósitos de aprovechar y no perder cada minuto de su vida, y me confesó que había dilapidado después muchísimos minutos.”
Elisenda Julibert, en su reflexión sobre El Idiota de Fedor Dostoievski nos ilustra con lo siguiente:
“Todos los personajes actúan como el condenado a sabiendas de que no hay una segunda oportunidad, de que esta vida es, como los últimos minutos de un condenado, lo único de que disponen: muy poco, porque el horizonte que les aguarda es la muerte, la vida es sólo un lapso absurdo; demasiado porque, puesto que hay que morir y no hay segunda vida donde vivir mejor, esta vida lo es todo.”
Es en este momento cuando logro entender o me arriesgo a responderme las preguntas que el Comandante Fidel se hacía sobre el Tiempo, el Tiempo finito, el Tiempo físico que, a su vez puede ser infinito si queremos que trasciendan las ideas, el pensamiento.
¿Qué hacemos con nuestro tiempo de vida? ¿Seguimos malgastándolo en la tarea de disfrutar la vida, imponernos al colectivo, demostrar poder individual o lo dedicamos, dentro de los escenarios complejos que estamos viviendo, a construir una sociedad más justa, solidaria, colectiva, comunitaria a sabiendas de que ni siquiera podremos verla? ¿Qué vale más, interpretar al Comandante Chávez según mi visión a corto plazo de lo que significa mí tiempo de vida o asumir el sacrificio de sus ideas, su vida, su obra y su sacrificio para hacer realidad el sueño de Bolívar, Martí, el Che, para futuras generaciones?
El capitalismo, en todas sus facetas y mutaciones, nos ha demostrado una y otra vez que no entiende de razones sociales. Su naturaleza es depredadora, oportunista, mezquina y genera en el hombre el sentimiento perverso del individualismo. Cualquier negociación con el capital nos conduce inevitablemente al fracaso. Su condición depredadora y destructiva solo reconoce al hombre como una pieza de la terrible maquinaria que le va a generar plusvalía. Su tiempo carece de trascendencia, porque es “sólo un lapso absurdo, porque no hay segunda vida donde vivir mejor”.
Una muestra elemental del precio que tenemos que pagar ante cualquier negociación o tregua con el capital se patentiza en la reunión reciente con los propietarios de los medios de comunicación privados. Hagámonos unas preguntas ¿En que cambian los contenidos que se emiten a diario desde los medios de comunicación privados? ¿Acaso por disminuir la manipulación en la información sobre temas de inseguridad o desabastecimiento nos salva de la alienación, violencia y burla que transmiten a través de novelas, programas de entretenimiento, programas de opinión y la publicidad? La descalificación, la invisibilización de la Revolución, la banalización, inducción al consumo de productos, el racismo, desprecio por los más necesitados, desprecio por nuestra cultura y la alienación gringa sigue intacto y sólo bastará un tímido reclamo ante tanta basura para que intensifiquen nuevamente el ataque contra la Revolución Bolivariana.
¿Qué hacemos con nuestro tiempo de vida?
Agrego aquí otras reflexiones de Elisenda Julibert sobre la obra que he citado de Fedor Dostoievski:
“En este sentido Dostoievski tiene toda la razón al bautizar al príncipe como idiota: no por cuanto sea un pobre iluso, que no lo es, sino porque confía en poder librarse de la condición a la que pertenece, la finitud (el Tiempo físico), a fuerza de eludir el discernimiento, la elección. Por otra parte, como no es en absoluto un idiota en el sentido vulgar del término, es capaz de comprender que la opción de colocarse ante la alternativa, es decir, la pasividad o la inacción, ni siquiera evita el mal sino que abre una nueva y tortuosa vía de sufrimiento”
El 8 de diciembre de 2012, el Comandante Chávez fue extraordinariamente claro. Nunca apartarse de los intereses del pueblo, siempre en consonancia con los intereses del pueblo. Solo el pueblo salva al pueblo. Asumir las ideas, la obra y el sacrificio del Comandante Chávez.
A los fascistas, aquellos mismos personajes que han estado vinculados a la desestabilización desde mucho antes del golpe de estado de abril; los que atacaron al Comandante y siguen atacándolo después de sembrado en el Cuartel de la Montaña; esos que escogieron a Julio Borges como vocero, a los Caballos de Troya, les recuerdo la intervención del Comandante Chávez el 5 de diciembre de 2007.
“…Oriana Fallaci, en grandes entrevistas de la historia le pregunta a Alekos Panagulis, en algún momento de un diálogo maravilloso, él le dice: -Mira, cuando te acerques a esos grandes símbolos, donde está la historia reflejada, los grandes escudos de armas. Tú te acercas en torno a los cuales hay leyendas y glorias de los hombres, de la historia pasada. Tú te podrás acercar a esos escudos de armas y podrás ver que hay como una herrumbre. El tiempo convirtió cosas, materias, en una herrumbre, y eso tiene dos componentes: ¡Sangre y Mierda!- Somos seres humanos, pues… …¡Eso es! ¡Mierda! Y aquí lo que hay es ¡Dignidad! Dejen quieto lo que está quieto. Sepan administrar su victoria. Pero, ya la están llenando de mierda. Es una victoria de mierda…y la nuestra, llámenla derrota, llámenla. Pero es de ¡Coraje, es de Valor, es de Dignidad! Golpea imperio, mira, no nos hemos movido un milímetro…”
mariosilva59@yahoo.com
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