Por: Carola Chávez |
Me preocupa la tendencia de algunas personas, quizá más que las que quisiera, que suelen atribuirnos ciertas cualidades mágicas, salvadoras, poderosas, a quienes trabajamos en los medios. Esta es una equivocada creencia cuyo único e inútil resultado es que algunos terminemos cargando, en primera y única persona, responsabilidades que son de todos, responsabilidades colectivas.
Me pasa todo el tiempo. Compañeros llamando a mi programa para decirme que el pollo está carísimo, en una especie de denuncia genérica, cualquier pollo en cualquier lado; lo mismo si se trata de un bote de agua, o un problema en un comedor escolar. Problemas que atañen a colectivos enteros y que vienen a parar en una cabina de radio, a un programa que los funcionarios responsables seguramente nunca van a oír.
¿Hiciste la denuncia donde corresponde? -Pregunto. “Para qué, si esa gente no hace nada” -es la constante respuesta, y no lo niego ni lo afirmo, pero si ni siquiera denunciaste ¿cómo saberlo?. Lo que más sorprende es la rendición anticipada, la derrota concedida sin pelea.
Y es verdad que esa burocracia que todo lo complica y nada resuelve nos hace sentir impotentes, desamparados, insignificantes. Pero claro, porque va uno solito a exigir que las cosas se hagan a una oficina llena de funcionarios que chatean, bostezan y de paso cobran por eso, y que te van a caer en cayapa para preservar su paz laboral. Es una lucha dispareja y será dispareja siempre que creamos que los problemas de todos se solucionan de manera individual.
Hablemos, por ejemplo, de la especulación que nos tiene tan hartos: Imagino a veinte señoras que una misma mañana hicieron sus compras en el mismo mercado. Las imagino llegando todas juntas a INDEPABIS a denunciar y a avisarles que harán seguimiento de su denuncia, y que ahorita son veinte, pero desde ya están haciendo un movimiento de señoras (y señores) contra la especulación convencidos y dispuestos a derrotarla y, de paso, derrotando, esta vez en cayapa mayor, a aquellos funcionarios cayapeadores que más que ayudar estorban.
Hasta se puede hacer por Twitter, así, en cambote, unidos como unidos posicionamos etiquetas. Todos denunciando el especulador en todas partes a toda hora. Es facilito: Una foto del producto con el sobreprecio, el nombre, ubicación y RIF del negocio especulador y ¡tuit! a @Indepabis, si se trata de productos regulados o a @Sundecop para el resto. ¡Vualá!
Imaginen un chaparrón de denuncias llegando de cada rincón del país, miles y miles de personas en acción, asumiendo responsabilidades, tomando la riendas, denunciando, haciendo seguimiento, exigiendo resultados… Organizados.
Organizados, pensando en colectivo, haciendo efectivo el ejercicio del poder popular.
Me pasa todo el tiempo. Compañeros llamando a mi programa para decirme que el pollo está carísimo, en una especie de denuncia genérica, cualquier pollo en cualquier lado; lo mismo si se trata de un bote de agua, o un problema en un comedor escolar. Problemas que atañen a colectivos enteros y que vienen a parar en una cabina de radio, a un programa que los funcionarios responsables seguramente nunca van a oír.
¿Hiciste la denuncia donde corresponde? -Pregunto. “Para qué, si esa gente no hace nada” -es la constante respuesta, y no lo niego ni lo afirmo, pero si ni siquiera denunciaste ¿cómo saberlo?. Lo que más sorprende es la rendición anticipada, la derrota concedida sin pelea.
Y es verdad que esa burocracia que todo lo complica y nada resuelve nos hace sentir impotentes, desamparados, insignificantes. Pero claro, porque va uno solito a exigir que las cosas se hagan a una oficina llena de funcionarios que chatean, bostezan y de paso cobran por eso, y que te van a caer en cayapa para preservar su paz laboral. Es una lucha dispareja y será dispareja siempre que creamos que los problemas de todos se solucionan de manera individual.
Hablemos, por ejemplo, de la especulación que nos tiene tan hartos: Imagino a veinte señoras que una misma mañana hicieron sus compras en el mismo mercado. Las imagino llegando todas juntas a INDEPABIS a denunciar y a avisarles que harán seguimiento de su denuncia, y que ahorita son veinte, pero desde ya están haciendo un movimiento de señoras (y señores) contra la especulación convencidos y dispuestos a derrotarla y, de paso, derrotando, esta vez en cayapa mayor, a aquellos funcionarios cayapeadores que más que ayudar estorban.
Hasta se puede hacer por Twitter, así, en cambote, unidos como unidos posicionamos etiquetas. Todos denunciando el especulador en todas partes a toda hora. Es facilito: Una foto del producto con el sobreprecio, el nombre, ubicación y RIF del negocio especulador y ¡tuit! a @Indepabis, si se trata de productos regulados o a @Sundecop para el resto. ¡Vualá!
Imaginen un chaparrón de denuncias llegando de cada rincón del país, miles y miles de personas en acción, asumiendo responsabilidades, tomando la riendas, denunciando, haciendo seguimiento, exigiendo resultados… Organizados.
Organizados, pensando en colectivo, haciendo efectivo el ejercicio del poder popular.
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